Fascinación por el Crimen

diciembre 04, 2016 Jon Alonso 0 Comments








El público está fascinado por el asesinato de una manera adictiva. Cuando, éste, aparece en las noticias del telediario, sabemos que el encuentro con él; es algo entre lo repulsivo, horrífico e hipnótico. Dentro de ese recoveco del estado de shock, los medios de comunicación, y su cinismo diario, saben que el homicida es una fuente de entretenimiento. Y dan su buena ración. No hay tregua. Día sí, día no. La dosis televisiva engancha. Luego, es inevitable la pregunta de Perogrullo: ¿por qué mata la gente y seguimos intrigados por la forma, y el cómo de la realización de ese acto? En el mundo real, de hecho, es una necesidad práctica que compartimos en la comprensión de los medios y las motivaciones para el crimen. Sin embargo, la atracción popular por el homicidio, va mucho más allá de lo versado. La línea del delito, a lo largo de la historia, es un elemento básico para el arte y la literatura. Además de un excelente argumento en el drama y la comedia. Por regla general, Los misteriosos asesinatos son más convincentes cuando se abandona la realidad y se enmarca dentro de la fantasía. El delito de asesinato es la mayor de las esencias de los tabús, y también, quizás, el más elemental de los derechos humanos; impulsivo y violento. En el libro del Génesis, Adán y Eva, el pecado original es seguido rápidamente por la agresión resabida: Caín mata a su hermano Abel. En el Éxodo, la ley dicta: "No matarás". Cuando el crimen implica algunos sentimientos o emociones que entendemos, lo llamamos "un crimen pasional".
















Y entonces nos preguntamos, ¿fue una pasión común o irracional? ¿Acaso un impulso que todos podemos experimentar? ¿Tal vez un acto que podríamos pensar o excusar? Todos sabemos que la rabia se siente y posiblemente, se podría dibujar un gráfico de los distintos grados de rabia. Esto ya es una variable, más propia, de la gente de Quántico y toda su jarcia. Pues, la ira es una pasión normal, así que tenemos que saber si también podría ser un subterfugio en manos de Ironside. Lo mismo ocurre con los celos. En todo caso, hay una evaluación, acerca de la magnitud del mal de los infames implicados. Después está la retórica policial y judicial. Eso de si fue en primer o segundo grado el asesinato o alguna forma de homicidio. Se trataba del acto “corriente o normal” de la propia persona, o el hecho de alguien con un patrón de criminal profesional, quizá el de algún pobre desquiciado. ¿Cómo son los asesinos cuándo deciden o no pensar en lo que estaban haciendo? Difícil y compleja fijación. No obstante, cuando se trata de crímenes, hay muchas razones para ello. Cuando la gente mata por el beneficio o la emoción o simplemente el puro gozo de aterrorizar a otros; sabemos que es simplemente puros cabrones muy enfermos. Y de esos, hay muchísimos. De verdad. Es más complicado si hay otras motivaciones. A veces, hay una línea muy delgada entre la pasión humana "llamémosle estereotipada" y la mala intención, por una pérdida de control y un deseo de dejarlo suelto. 
















Las variables implicadas son casi infinitas: hubo víctima dirigida o condenada por casualidad. ¿Fue planeado de antemano o un súbito compromiso? ¿Era el modus operandi absurdo y estúpido o era inteligente y sofisticado? ¡Dejémonos de postureos y tonterías. Por favor! En 2.000 años de civilización occidental hemos sido culpables de la herejía, la perversión, el robo y el asesinato; de guerras, de seguir matando y negar la obviedad. Simplemente mirando hacia otro lado. Hemos sido culpables de hablar y callar. De andar silbando y salir corriendo. Somos culpables por no hacer lo correcto, por indolencia, por adulterio, negligencia infantil, acoso sexual y maltrato. También hemos sido culpables de nuestra religión, origen nacional, color de la piel, la preferencia sexual, el género y, ahora y entonces, de la sangre que corre por nuestras venas. La culpa es el cimiento principal de quiénes somos y cómo estamos organizados y es, aparentemente, nuestro destino innegable, junto con la muerte y los impuestos. Nuestra relación con la culpa es tan antigua como el ADN que define a nuestra especie. Pero la naturaleza de la culpabilidad cambia con la tecnología y la nueva industria.















Estos cambios afectan nuestra manera de ver el mundo y la forma de cómo queremos entender nuestra situación. Historias del verdadero crimen, asesinatos misteriosos, informativos de última hora, el rumor (como siempre) e insinuaciones, con tal de agarrar nuestra atención más rápidamente, que cualquier convocatoria de justicia, derechos humanos o pusilánimes “altos de fuego”. ¿Les va sonando? Sí, la bendita red social. Cuando el cuerpo, los instintos, las pasiones y nuestros deseos espirituales innatos de lo más profundo de nosotros transustancian en la comunión de la vida; posiblemente es que nuestras almas están tan necesitadas de la ablución de nuestro mundo contemporáneo. Aunque Jung se empeñe en aquello de “Los dioses han muerto y se convierten en nuestras enfermedades." Seguimos fascinados con Holden Caulfield, quien nos hizo sostener nuestro aliento, cuando esperabamos a ver si apretaba el gatillo o no. Y es que la pasión histórica del crimen sigue llenando de libros las bibliotecas, las televisiones, los teatros, los cines, la webesfera y esos documentos privados, de cada uno, en su ordenador personal. A veces, el crimen se convierte en arte, cuando todas las preguntas que seguimos haciéndonos, siguen siendo negro sobre blanco, una buena película de suspense o el talento de lo misterioso. Pregunten por un tal Salinger y salgan de dudas. 









                          Dedicado a Pauline Oliveros mayo 1932/noviembre2016 In Memoriam






Fotogramas adjuntados



The Lodger: A Story of the London Fog (1927) by Alfred Hitchcock
True Detective (2014) by Nic Pizzolatto
The honeymoon killers (1969) by Leonard Kastle
Infamous (2006) by Douglas McGrath