Extintores de ingenuidad

octubre 17, 2016 Jon Alonso 0 Comments
















Ăšltimamente, deambulo, por un mar de dudas, entre lo bueno y lo malo. Pues, ante la evidencia, veo de morros al personal del barrio webesfĂ©rico: demasiado inquieto. Hay algo que subyace en el ambiente, que se basa en colores y pasiones al borde de la entelequia. Yo sigo buscando, en tiendas de segunda mano, extintores para la madera. Mi padre decĂ­a que de ellos te puedes fiar. En el fondo, aquel pequeño medio vasco, altanero y arrogante: era tan ingenuo como la miel de azar. No obstante, fue un gran bombero, sabĂ­a de sobra, dĂłnde arrimar la manguera. El patio está para pocas invenciones, como el que teclea; ya que mi izquierda anda de capa caĂ­da. Hablo de mi puño —no ese en alto, el decimonĂłnico— en el ring. Entonces, me sentĂ­a como Rocky Marciano dejando a Joe Louis tumbado en la lona del Madison. CreĂ­a que era invencible. Pero va ser que no. SĂłlo y ensimismado en mis divagaciones. Leo absorto, el revuelo por lo de la excelencia de Mr. Dylan, la guasa de Pique con la camiseta de manga larga cortada, y el tito Eastwood, que se da un columpiazo, a cuenta de lo del montĂłn de nenazas. Ante un empacho social de correcciĂłn polĂ­tica. Al final, sĂłlo me queda la risa de la oxicodina, que cada dĂ­a tiene más de Gioconda en la menopausia. Este puto resfriado sigue siendo un misterio inescrutable, sin mucha soluciĂłn, donde el parche de lidocaĂ­na tiene su antecedente en el julepe de pimentĂłn con barro. AhĂ­ parece que el redil se siente bien, en los recovecos del maestro D. Umberto, la halitosa y cerril Edad Media.
















Aquella de los condados y los señoritos feudales. Banderas y vasallos; mugre y escarnio. Ya lo sĂ©. SĂ­. Ya me doy cuenta, que eso del dolor por dolor —algunos identifican— el olor por olor. Pero el olor se combate con una pinza en la nariz y el dolor crĂłnico alcanza lo trascendental: no moquea, no estornuda, ni tose. Simplemente, es una cuestiĂłn más distinguida; te jodes y esperas a que el chute de morfina haga efecto. Ahora, ya estoy, mejor. Igual que mi adorado Kennedy. Demonios! tenĂ­a aura de hĂ©roe naval y alma beat. Ha sido el espejo de Don Draper, un polĂ­tico, que vista la nueva fauna de la jungla, claro que sĂ­: lo echamos de menos. A pesar de los opiáceos, el prĂ­ncipe de la dinastĂ­a tiraba de whisky irlandĂ©s, pues, se la ponĂ­a dura. No era racista y le gustaban todas. Aquel mundo de entonces, tenĂ­a algo de sueño quimĂ©rico. Una comuniĂłn por el hedonismo y el buen rollo. Una fantasĂ­a de Wells donde, un hombre pisaba la luna, mientas al personal se le saltaban las lágrimas. Desde un concierto de los Stones en el Madison, al mismĂ­simo Bergman, descubriĂ©ndonos el sexo ofimático, de la Ullman al lado de Von Sydow. Aunque tuviera un halo vitrocerámico: era bonito. Y es que, en esa nĂłrdica visiĂłn, de D. Igmar se atisbaba una premeditada superaciĂłn —de lo más carnal— que nos hacĂ­a pensar. Pero aquellos eran buenos tiempos; como la añada del 66. Pensamiento, crĂ­tica y bienestar. 















¿No creen Uds. que JFK era un tipo singular? Una vez que sus escándalos (eran como barras de pan gallego) de mi panadera: divertidos y atrevidos. Como, en aquella ocasiĂłn, cuando Jackie le devolviĂł unas bragas, que se dejĂł bajo la almohada. Y le espetĂł: “Cielo, no son de mi talla”. Ahora veremos si se atreven con el biopic de Jackie Kennedy, donde se revelan las relaciones amorosas con su cuñado, una verdadera sicalipsis del incesto. Eso sĂ­, son muchos los que siguen creyendo, que este paĂ­s es la hostia. Entre la banda de GĂ©nova embutida en alpaca, los bigotes, los de Ferraz, los Ere, los caciques de la ilustre Venezuela, los silentes borbones y los olvidados de Siria. España tiene cada dĂ­a más pinta de falocracia. ¿Por quĂ©? No lo sĂ© muy bien, ya que soy, un pobre tuercebotas adicto a la morfina y voy sobrado de incultura. Pero una alcaldesa pope, dice que ese primer paso, se da cuando un varĂłn pone un espermatozoide y diseña la vida. Jo! Es alucinante. Yo soy más antiguo, por aquello de la arqueologĂ­a, y terminĂ© peritando obras expoliadas. Lo ven; un criminal. Empero, me queda el consuelo de los romanos que tenĂ­an la delicadeza de considerar a la vagina un vaso sagrado. De ahĂ­ que el central del Real Madrid, Ramos, la liase gorda, al tirar el vaso sagrado por la barandilla del autobĂşs hooligan. 

















Y luego está la literatura, algunos libros y pequeños trapicheos. Sin embargo, no se me pegĂł nada del genuino Conrad, que  comenzĂł a escribir del mar, cuando se retirĂł de capitán de la Marina mercante, y ese camino de la melancolĂ­a es el que ha conducido a algunos amantes y aventureros a crear obras de arte. Lo dicho, al final, hasta Hitchcock en este siglo lo hubieran quemado, por decir a los cuatro vientos que los actores no eran más que ganado. Y es que genio inglĂ©s estaba en otra liga. Vivimos tiempos donde la piara dramática ha sufrido un extraño proceso de metamorfosis que va desde el arroyo hasta la cresta de la pomada social. Y la verdad; que ni una cosa ni otra. Hay que imaginar el espanto que le hubiera producido al primate Adán el encontrarse en el paraĂ­so a Marilyn Monroe con liguero pintándose las uñas bajo el manzano. Más vale preparar el ánimo para aceptar a los inminentes monstruos. ¿Acaso la primera rosa, el primer cisne, el primer pavo real, no fue una monstruosidad de la naturaleza? Es tiempo, de itinerarios difusos, de pĂ©rdidas juvenales e ingenuas. El mismo tiempo, donde el otoño se empecina en buscar setas. Un páramo, dentro del bosque, donde los extintores deben manejarse, con mucho mimo y cariño. Un lugar de lo más animado, un sitio donde el viento sople libertad. 







                               Dedicado a Ignacio CarriĂłn 1938 San SebastĂ­an /2014 Valencia (In Memoriam)








Fotogramas adjuntos



Skammen (1968) by Igmar Bergman
The Kennedys (2011) by John Cassar
Psycho (1960) by Alfred Hitchcock
The Beguiled (1971) by Don Siegel