Barbara La Marr; demasiada hermosura para morir en L.A.
Cuenta
la leyenda mitológica griega que la diosa Psique tras su viaje por Perdición
vivía una vida aterradora; víctima del tedio diario, envuelto de inquina y
envidia. “En aquel día, cuando la hermosa Psique llegó a su morada—y muy mal aconsejada— llevó a cabo,
aquello previamente sugerido. De repente, se dio de bruces, con un soberbio
adolescente. Tan emocionada por el fervor del descubrimiento, le entró un
tembleque flameante en la mano, la cual, sostenía la lámpara que dejó caer
sobre el torso del apuesto joven. Se derramó una gota de aceite hirviendo. Al
sentirse quemado, aquel mozo, Eros —según
había indicado el destino del oráculo— se trataba de un monstruo colmado de
crueldad. Despertó —, y, cumpliendo la
amenaza que le había dirigido a Psique: la abandonó, de facto, para no
volver jamás. Al faltarle la protección de Eros, la pobre Psique se arrojó a
vagar por el mundo. Sempiternamente perseguida por la cólera de Afrodita, la
cual, seguía indignada y rabiosa de su enorme belleza. Evidentemente, ninguna
divinidad quería acogerla. Finalmente,
cayó en manos de la malvada Afrodita, que la encerró en su palacio, la
atormentó de mil maneras y le impuso obligaciones humillantes y borrascosas:
limpiado de semillas, recogida de lana de los corderos salvajes, y, finalmente,
descender a los Infiernos. Allí debía pedir a Perséfone un frasco de agua
de Juvenancia. Le estaba prohibido
abrirlo, mas, por desgracia, Psique desobedeció cuando regresaba y quedó sumida
en un profundo sueño.” Un sueño tan
profundo como el de nuestra joven esbelta, rutilante y resplandeciente; Barbara
La Marr. Nuestra femme fatale, de la vieja Babilonia Hollywoodland, fue una
diosa diferente dentro de su estirpe y genio. A quien el sueño le parecía
algo de lo más pedestre y trillado. “¿Soñar
para qué?” La vida es demasiado importante y hay que sacarle el mayor
partido posible. “No malgastaré más de
dos horas diarias en dormir: tenía cosas más importantes que hacer".
Pero de todos esos deseos, ostentaciones, decepciones y motivaciones iremos
viendo a lo largo de este pequeño periplo. Barbara La Marr, cuyo nombre
verdadero era Reatha Dale Watson, nació un 28 de julio de 1896 y se crió en el
seno de una familia acomodada de Yakima (Washington). Su padre, Wallace Watson, fue un editor de periódicos y su madre
tenía dos hijos de un matrimonio previo, llamados, Violet y Henry. La familia
Watson vivió en diferentes lugares durante la infancia de La Marr. En torno al
año 1900, ella fue a vivir con sus padres a Portland, Oregon, con su hermano
William, su media hermana Violet Ross, y el esposo de ella, Arvel Ross. Siendo niña, La Marr participó en algunas
producciones teatrales en Tacoma, Washington. La pequeña Reatha siempre tuvo una gran
capacidad y aptitud hacia el mundo de la interpretación y la hipérbole. Llegó a contar que era una niña adoptada y
que nació en Richmond (Virginia). Afirmación con la que se buscó dar mayor
credibilidad, a los rumores, de que ella era la hija ilegítima de un conde
italiano.
La
verdad que nunca se encontró un certificado de nacimiento fidedigno de la
divina Barbara. Mientras que la familia residió temporalmente en Tacoma, la
pequeña Reatha hizo su debut en el teatro como la pequeña Eva de "La cabaña del tío Tom".
Después, cuando se vieron obligados a cambiar su residencia a Fresno
(California), su madre la llevó en una ocasión a Los Ángeles para hacer unas
pruebas de cámara y cine. De aquellas pruebas surgió el rumor de que Reatha—apenas tenía 13 años— abofeteó a un conocido director de cine
cuando éste había intentado besarla y acariciarla aprovechando una de las
pruebas. Según fuentes más cercanas al mundillo, el director cacheteado, no era
otro que el ínclito Cecil B. DeMille. Reatha continuo su adolescencia,
trabajando, como bailarina erótica en un espectáculo de burlesque, donde
entretenía a todo tipo de pelajes, de entre los muchos espectadores que se
acercaban, las chisteras y los puros de millonarios o políticos estaban en la
platea. Finalmente, terminó envuelta en
un secuestro estrambótico junto a su hermanastra Violet y tipo llamado C.C.
Boxley. Estos se llevaron a Reatha hasta Santa Barbara, donde estuvo varios
días en una situación—llamémosle—surrealista, pero que no auguraba nada bueno.
Cuando el asunto se salió de madre, Violet y Boxley entraron en pánico, la
policía emitió órdenes de captura por secuestro. Este episodio fue publicado en varios periódicos, algo que a Wallace
Watson, le estaba empezando a causar más de un quebradero de cabeza. El juicio
que iba a poner en solfa a media familia Watson. Afortunadamente, quedó
disuelto por falta de pruebas. Sin embargo, lo que no pudo evitar Mr. Watson
sería la matraca de pequeños escándalos de la pequeña Reatha, y decidió
trasladarse al centro del país con la familia, excepto la impulsiva y pizpereta hija, hasta que ésta terminó en
presencia de un juez que sintió pena por ella y lapidó la frase mágica: “esta criatura es demasiado hermosa para
estar sola y desprotegida en una gran ciudad como L.A.” El veredicto se
convirtió en la tarjeta de presentación una vez alcanzada la fama en el salvaje
Hollywood. La pequeña ninfa Reatha fue descubierta por la periodista Adela Rogers St. Johns, que la vio en el
tribunal de menores, y terminó presentándola a su editor, Jack Campbell. JC se entusiasmó de inmediato con la bella
Reatha y publicó una doble página de difusión incluyendo fotos de ella como una
adolescente. Aquella publicidad la devolvió a un peldaño mayor pero todavía
muy minoritario como bailarina profesional. En 1913, Reatha empezó con baile profesional.
Al
mismo tiempo, se inició en la escritura periodística y algunos de sus artículos
fueron publicados en los medios de su padre. Aunque, Reatha demostró suficiente
solvencia como bailarina para la danza clásica, tenía el suficiente carácter creativo para bailar su propio estilo
personal. Una forma tan libre y auténtica que fue comparado con el de
Isadora Duncan. De repente, fue avistada por Jack Lytell (un ranchero terrateniente que vivía en Arizona), el cual, se quedó
prendado de ella y de inmediato, Cupido, aterrizó también en el corazón de
Reatha. Los dos se enamoraron y se
casaron en ese mismo año en México como dos fugitivos. Reatha no terminaba de sentirse cómoda con la vida de Señora en un
enorme Rancho perdido en la pradera. Aquel matrimonio le quedaba dos cortes
de pelo, pues Jack Lytell lo intentó, pero Reatha era muy testaruda. Ella estaba empecinada en volver a Los Ángeles
y tras una ferviente discusión en un día de tormenta y lluvia a mansalva. JL
muy enojado, se alejó en mitad de la lluvia, para volver al rancho ahogado de
agua y con una terrible resfriado, que terminó derivando en neumonía. En
apenas unos días falleció en 1914. Nuestra ninfa Reatha se envolvió de un aura
de culpabilidad y remordimientos que le llevó a tomar contacto con el agua de
fuego. En poco tiempo el alcohol fue un
fiel compañero de aventura y carrera. En ese estado de pesadumbre se
sumergió en la vida nocturna, se la vio en un gran número de fiestas, bebiendo
como un cosaco en Polonia, que terminaba tirada por los suelos. La rumorología, en torno, a la pequeña
Reatha seguía su carrera mediática de disoluta vividora. En una de las noches
de farra y desenfreno, se llegó a decir, que mantenía múltiples relaciones con
la mayoría de los asistentes en aquellas bacanales. A pesar del golpe de la
muerte de su esposo, ella, retomó su carrera como bailarina y escritora. Reatha conoció a Lawrence Converse, un rico
y joven abogado. Éste, sedujo a la bella Reatha y terminaron casándose el 2 de
junio de 1914. Evidentemente, las penas, eran menos penas, con vino, algo
de amor en la cama y unos dólares en el bolsillo. Sin
embargo, en plena noche de bodas, el crápula abogado fue demandado por bigamia.
24 horas después de su boda; parecía que
Mr. Converse era el gran papá de tres rollizos hijos y seguía casado con su
señora, una socialista de pro. Obviamente, con estos credenciales, Reatha y
la justicia daba la nulidad de su unión. Ansioso por iniciar una nueva vida
junto a La Marr intentó demostrar que estaba enfermo y sus intenciones eran
buenas. LC fue encerrado en una prisión,
en la cual, se pasó chillando otras 24 horas sin parar de golpearse el coco
contra los barrotes. Un berrinche comprensible, de un hombre angustiado y con
un grave problema neurológico que le generaba trastornos psicológicos.
Cuando se aportó el informe clínico, ya fue demasiado tarde, LC entraba por
urgencias y directo al quirófano donde fallecía debido a la complicada cirugía
para extraer los coágulos de sangre que tenía en su cerebro. Llegados a 1915
Reatha iba saliendo adelante en su nuevo trabajo. Un día fue invitada por
Phoebe Hearst (madre del magnate William
Randolph Hearst) para bailar en la feria mundial en la compañía de su nuevo
amor y mentor del baile, Robert Carville. En
aquel tiempo, cambio el nombre de Reatha por su nueva identidad artística,
Barbara La Marr. Junto a Carville fueron tiempos de éxito por todo el país
y triunfo en el difícil Broadway. Pero aquella presentación delante de toda la Jet Society del clan Heart, causó,
auténtico fervor mediático. De repente,
La Marr toma la decisión de contraer matrimonio, con uno de los actores
bailarines de la compañía; Phil Ainsworth.
En
1916 se casaba la bella BLM y PA. Ainsworth estaba fascinado con su esposa y su
talento, estaba tan pillado por su magnetismo, que sólo quiso agradarle dándole
más obsequios y caprichos, de lo que realmente podía permitirse. Phil Ainsworth entró en una espiral de
absorción monetaria, a base de falsificar, ingentes cantidades de cheques, los
cuales, no tenían fondos. Esto le llevó al penal de S. Quintin por estafa, robo
y usurpación. Barbara La Marr no estaba por la labor de esperar al enamorado
Ainsworth y en 1918 presentó el divorcio. Durante aquel tiempo del procedimiento
burocrático de la demanda de divorcio. BLM
siguió con la francachela y liviandad característica de su actividad social
nocturna. Manteniendo relaciones con varios hombres, de todos los estilos y
oficios más sugestivos. La lista era inacabable, desde el gran Ernest Hemingway
a Rodolfo Valentino. Increíble pero cierto, mientras bailaba con Hemingway
en el Harlowe, se dio de bruces con Valentino y desde entonces, hasta la muerte
del italiano fueron grandes amigos. Poco después de su divorcio con Ainsworth,
comenzó una relación con otro compañero de baile, Ben Deeley. Aunque le
duplicaba en edad, ya sobrepasaba los 40, muy bien llevados, La Marr llegó a enamorarse de él y compartir
pasiones, muy de BD, como la literatura y el arte en general. No se lo pensó
dos veces y se casó, nuevamente. Así como algo tan divertido y cómplice
como su dependencia del alcohol y el juego. La noche fue testigo de algunas de
sus juergas Su rúbrica nocturna era indeleble y los tabloides eran una
constante. Finalmente, se convierte en guionista de Hollywood y, la divina,
apenas, escribió seis guiones para Fox Studios y United Artists. Obviamente, no
tardó en darse cuenta que su carrera con guionista profesional no terminaba de
cuajar y asentarse. En 1921 obtiene el
divorcio, a todos los efectos, de Ben Deeley. Barbara La Marr, es una mujer
libre y soltera ante la ley, en el comienzo, de la nueva década en Hollywood. Algo que más adelante no estaba tan claro como se las prometía la diva fatale. Pues, su adicción al matrimonio era proporcionalmente idéntica a su consumo de opiáceos. Su aspecto llamó la atención y le ofrecieron papeles pequeños en películas.
Pero llegó un día, en el que todo cambió para siempre en su vida, al coincidir
con una de las grandes divas de la época, Mary
Pickford, que le comentó que el productor Louis B. Mayer estaba buscando nuevas
caras y talento para su film Harriet and the Piper (1920) de Bertram Blacken.
Meyer tenía una obsesión obcecada por encontrar una actriz, con un rostro, que
le diera la imagen de una femme fatale, ya que el personaje, estaba hecho a
medida para La Marr. De inmediato se presentó
al casting y se ganó el papel por delante, de la mismísima, Anita Stewart. El
film, dejó su imagen en la retina de los espectadores, productores y
directores. Inicia una larga cadena de amistades que se van retroalimentando de
trabajos.
Es
cuando la actriz Marguerite De La Motte y su esposo John Bowers le presentan a
la estrella Douglas Fairbanks —quien
insistió— en que conseguiría un papel en el film “La tuerca” (1921). La Marr
fue observada por John Ford, que la selecciona para realizar el western “Camino
de desesperación” en 1921 como Lady Lou junto a Irene Rich y Harry Carey. Luego
vendrían “Los tres mosqueteros”
(1921) de Fred Niblo, donde Fairbanks jugó un papel muy importante, en la
recomendación explicita, de su contratación y poco después, consiguió el papel.
La película fue un éxito de público y
crítica: Barbara La Marr fue elogiada grandiosamente. Aparecía una nueva
estrella en la nueva Babilonia de los sueños y suspiros. Su popularidad
aumentó rápidamente, despertando, la admiración de grandes actores y actrices
de aquella época La Marr era una actriz
de prestigio y elevado caché. Todo parecía un gran cuento de color de rosa
hasta que en 1923, BLM, estaba filmando una escena de baile a las órdenes de
Rupert Hughes, en “Almas en venta”. Cuando, dio un mal paso y se dobló un
tobillo. Ya en el suelo se retorcía de dolor, algo que puso en alerta al
equipo médico e inmediatamente, le suministraron morfina y cocaína.
Posiblemente, alguien por debajo manga también le facilitó heroína. Ese era el precio de trabajar a destajo.
Filmando y drogándose, un parche para aliviar, la fatiga del día a día. El
rodaje se dilató más de lo que estaba previsto por producción y La Marr acabó rota; en la lona como un
boxeador de Jack London. Físicamente era un espectro y mentalmente un
zombi. Terminó en la misma senda de otras compañeras de camino, que ya han
viajado por este espacio, y que son bien conocidas por nuestros lectores. Barbara La Marr era una estrella y un
portento de actriz, a la que la gente adoraba, pero como ser humano, estaba en
otra dimensión. La trastienda de La Marr era un botiquín de todo tipo de
opiáceos y estimulantes, junto al mueble bar de la licorería del salón. Aquella
hermosa mujer pasó a ser una adicta más de la lista de la larga lista de
estrellas adictas a las drogas y el alcohol. En 1923, BLM, inicia una relación
con el actor John Gilbert. Empero,
terminó casándose de nuevo, en esta ocasión, con otro actor: Jack Dougherty.
Curiosamente, La Marr se quedó embarazada de una persona, que sólo ella
conocía. Decidió ocultar el nacimiento de retoño, escapándose junto a Dougherty
a Texas, para dar a luz a un niño. Finalmente, adoptaron a un niño, al que
llamaron Marvin Carville y al que se le apodó—cariñosamente— Sony. Una maniobra perfecta para evitar el gran
escándalo de su embarazo y el affaire de su divorcio con su ex Deely (con un presunto chantaje de por medio)
y la reescritura de su carta de divorcio con Ainsworth, todavía pendiente de la
burocracia administrativa. También fue una válvula de escape su rodaje del
film "La ciudad eterna" (1923) en Roma. El hecho de rodar en Europa, fue
aprovechado por el matrimonio Dougherty&La Marr, donde pasaron unos días en
Paris, como luna de miel. Poco después, ya en Roma se produjo el hecho
chocante, de que el propio Mussolini participara, a modo de cameo. Y es hasta
el dictador italiano sabía de las andanzas de BLM, éste, se sentía atraído por
el sexapil de la estrella, que puso todas la facilidades al equipo de
producción y la propia La Marr. A la vuelta de Europa, aún más diva de lo que
se fue, apareció con el clan de actores y amigos de costumbre; Ramón Novarro y
el director Fred Niblo. No obstante, la
gran noticia, era un golpe de efecto Made in La Marr, pues, corría el año 1924,
y decide desvincularse de la Metro-Goldwyn-Meyer, para firmar un contrato nuevo
con el estudio First National Pictures. La primera película que hizo para
ellos fue “La mujer que supo resistir” dirigida por Maurice Tourneur junto a Conway Tearle y Ben Lydon (1924) Un
gran éxito en todos los sentidos. Su adicción era un cacareo por todos los
pasillos y rincones de Hollywoodlandya.
Revistas y periódicos se hacían eco, de
su tremenda adicción a las drogas y el alcohol. Al había que sumar una nueva; la
gula. La Marr comía escandalosamente.
No
obstante, su sentido de la provocación seguía siendo el mismo y con
declaraciones sobre la farándula del gremio, para todos los gustos. Algunas ya
se han quedado como apostillas de culto: "Tomo
amantes como rosas", "por docena." Explicitaba.Vinculada
sentimentalmente con John Gilbert, Ben
Lyon y director Paul Bern. Inclusive no dudo ni instante en acusar al afamado
William Haynes (personaje que murió en extrañas circunstancias) como una persona
homosexual auténtica. Barbara salía airosa de los rodajes pero en 1924 se
acercaba peligrosamente al encallamiento su carrera. Tras el tortuoso rodaje de
“Sandra”. Su trastorno alimentico le llevó a engordar unos 25 kilos. Lo más
inmediato era diseñar un plan de adelgazamiento, en poco espacio de tiempo, a
base de pasar hambre y mucha coca con todo tipo de líquidos; ya fuese agua,
zumo, vodka o whisky. Obviamente, todo esfuerzo en la vida, se paga con un
precio y, aquel arranque, fue un misil a la ya, de por sí, deteriorada salud. Todas las noches en los clubs con sus
mejores amigas: cocaína, morfina y la del cuello largo. Todavía rodó un
film con muy buena soltura y que dejó a todo el mundo contento; “El corazón de una Sirena” (1925) de
Phil Rosen, junto a viejos conocidos de reparto; Conway Tearle y Harry T.
Morey. Sin embargo, en el estudio se cortaba la tensión en el aire como un
cuchillo afilado, cuando llegó el rodaje de “El
Mono Blanco” (1925) con el mismo director. La cuestión es que aquello fue un verdadero desastre en todos los
sentidos. La película mostró el lado más patético de la actriz, con una
interpretación lamentable y un fracaso de taquilla. La crítica fue
directamente al hígado de la diva —ensañándose—,
a gusto, con La Marr. A toda esta hecatombe había un dato inexcusable; su devoto público comenzaba a darle la
espalda. Barbara La Marr estaba muy enferma, cuando el estudio le obligó a ser
parte del reparto de la película, “La muchacha de Montmartre” en 1926.
Su ex amante y amigo, Paul Bern, casi le suplicó a Bárbara que no terminase el
rodaje, que cogiera un tiempo de asueto, para acabar la película, en unas
condiciones óptimas. Sin embargo, BLM
terminó el rodaje del film, a base de más cocaína, morfina y todo aquello que
pasará de 40 grados etílicos. No quedaba mucho tiempo para ver como la
diosa más hermosa del mundo se desplomaba delante de su equipo, cayendo en
coma. Despertó de puro milagro, y lo primero que hizo, fue confiar la tutela de
su hijo, a su gran amigo Zazu Pitts. Se recuperó durante un corto periodo de
tiempo —muy lentamente— cuando
parecía que respondía al tratamiento, apareció la tuberculosis en su organismo.
Paul Bern compró una casa a Barbara donde pasaría sus últimos días. El 30 de
enero de 1926 Barbara La Marr fallecía la edad de 29 años, a causa de la
tuberculosis y una nefritis crónica. 40.000
personas hacían cola para darle el último adiós a la diosa más rutilante e
incontinente del viejo Hollywood. Mariposeó al ritmo de una ninfa en todas y
cada una de las distintas variedades de narcóticos gourmet, hasta la última
cucharada letal del 30 de enero. Aquella diosa que se acostó con todo el
estado de California y le dio tiempo a casarse seis veces. Nadie como una hija
de Zeus, guardaba la cocaína en una exquisita pequeña caja de plata con baño de
oro, que dejaba sobre su piano de cola. Puro
opio, con aromas de Benares, no había mejor material en toda la colina de
VanityLand. Pues la hija de Zeus siempre tuvo lo mejor. Todo el mundo lloraba a
la más hermosa de aquel Olimpo que fue la Sodoma de Babilonia. Hasta Louis
B. Mayer, el sempiterno enamorado de ella, la convirtió en inmortal al dar su
apellido artístico a otra nueva diosa que heredó en sensual karma del erotismo
de la belleza Made in Austria. Pero la historia de Hedy Lamarr es otra. Por
hoy, hemos cumplido.
Dedicado al Doctor en Cardiología D. Juan Cortina y Muhammad Ali in Memoriam
Bibliografía consultada y recomendada
Vida de Barbara La Marr (1930) de Arnolt Bronnen Ed. Zeus
Hemeroteca de L. A. Times
Vida de Barbara La Marr (1930) de Arnolt Bronnen Ed. Zeus
Hemeroteca de L. A. Times
Fotogramas adjuntados
Barbara
La Marr
The
Heart of a Siren (1925) by Phil Rosen
Thy
Name is Woman (1924) by Fred Niblo
The
prisioner of Zenda (1922) by Rex Ingram
Barbara
La Marr y su hijo Marvin Carville
Funeral of Barbara La Marr
Funeral of Barbara La Marr