“Las enfermeras fatales de la UCI sueñan con Picasso”
Umbral decía: “que un intelectual ignora cuáles son los usos
sociales, pero también se sospecha, y con más razón, que el intelectual siempre
tiene la ropa en la tintorería”. Campmany, que hacia unas columnas
extraordinarias como poemas Gil de Biedma. No lo digo yo (Haro Tecglen, en
petit comité decía que era muy bueno) y González-Ruano supervisó a todos. Salió
por peteneras airosas y dejó su rúbrica: “el intelectual de verdad suele llevar
una vida de trabajo oscuro, casi solitario, de mucha responsabilidad y poco
brillo, y además, su economía no le permite el desahogo, sólo le llega para un
mediano pasar y para una instalación en la vida lindante apenas con el decoro”.
Ya que mi cuerda está en la misma sintonía, que la vanidad del maestro
madrileño que ejercía de vallisoletano; dejemos al resto de los difuntos. Y
siguiendo el hilo de D. Francisco: Yo pienso lo mismo. Evidentemente, el único
intelectual que ha existido de verdad fue Picasso. Iba en calzoncillos a los
toros y en la última corrida del maestro del capote, José Tomas en Nimes le
hubiera dado un beso. No lo duden. Sin embargo, como está el patio tecnológico
tengo mis temores al respecto. ¿Se habría hablado más de los calzoncillos, que
de la faena del maestro de Galapagar? Ganan los calzoncillos por goleada. A mí me gusta salir a la frutería de los
paquistaníes de mi barrio con un pantalón de pijama a rayas y en invierno llevo
un gorro de lana, parecido al que llevaba Michael Douglas en “Jóvenes
Prodigiosos” (2000) de C. Hanson. Cuando voy a un lugar con porte; me visto y
quedo como un pincel. Alguno, me la va a liar diciéndome eso de “El principal
enemigo de la creatividad es el buen gusto”. Je, je. El puto amo lo dice, porque
es el jodido amo y punto.
Claro, qué el buen gusto nos es creatividad. Lo que dice el
genio malagueño es algo así; o se nace con él
o no se nace. Pero eso lleva tiempo
tanto como llegar a joven. Estaba en todas. Era diferente al resto y
marcaba la distancia. Incluso cuando me permiten subirme a una hermosa burra de
750cc—dependiendo de la estación— es todo un honor agasajarse con mimo.
Se han preguntado ¿por qué los actores de este país se visten tan
horriblemente mal en las ceremonias de entregas de premios cinematográficos? El
buen gusto es innato. Se puede ser vanidoso, pero no tonto. Me sacan de mis
casillas las personas tontas. Entiendan el contexto. Tengo un amigo al que lo
quiero con locura y siempre le digo—“tu mujer es un bandeja de bombones
luxemburgueses”—Y la tuya está como el tiramisú de Arzak. (El loa es recíproco)
Pero, no es tonta como la mía. —Por eso me divorcié de las anteriores y me he
casado con ella. —Coño, divórciate. —Ya, tío pero tiene un montón de pasta.
—Bueno, pues poderoso caballero don dinero, socio. La pasta es la hostia, igual
que la genética. Siempre lo digo, una y otra vez. Nadie es perfecto. No
obstante, la tónica general del altavoz Vogue se impone, en cierta medida, gracias a la jamona de Alcobendas, que le ha
cogido gusto a la buena costura. No se me escandalicen las femmes, lo de jamona
se lo decía al oído su flamante marido debajo de los cojones de un toro de
Osborne. Me gusta ver una actriz
deprenderse de las fruslerías y comportarse como una profesional. Los yanquis
son unos hachas en estas cuestiones tan peregrinas. Me encantan los
profesionales como el Sr. Lobo de “Pulp fiction” o los albañiles que me
restauraron el WC de mi casa, fetén. El trabajo diario genera creatividad.
Mi madre le decía a mi padre, que no le jodiese con milongas
políticas sobre el futuro. —No hombre…No. —Eso cuándo se es joven, ¡no me jodas
espabilao! Ahora amargada y víctima de la incontinencia urinaria me quieres
llevar en un autobús cantando los pajaritos de Mª Jesús y su acordeón camino de
Perdición Benidorm. —Venga, ya. No
jodas… Qué llevo mucha mili comida. Al final se murió el viejo, y cinco años
más tarde Doña Amelia. Desaparecieron las promesas del este peninsular. Nada que
contar. Los muertos no hablan. Ah, pero para jodiendas de los ectoplasmas
andantes y las movidas de “Las enfermeras de noche” en mi añorada UCI de
coronarios. Recuerdo la anécdota de un tipo que se empeñó en llevar una bandera
con la hoz, el martillo y una foto de Godard, otra de Carrillo (D.E.P) y al fondo encima de una silla con de PVC, otra
con marco de pan de oro del jefe Lenin.
Soltaba diatribas y bilis por la lengua. Las sufridas sensuales enfermeras
estaban de los nervios (entre sustos, carreras y palpitaciones) del hartazón
cancionero de trinchera con el puño en alto, que se gastaba el gacho. Una noche
me preguntó si yo creía en Dios. Y le dije: —No lo sé. Pero sí que creo en los
Stones y el dinero. Contesto: — eres listo. —Qué quiere que le diga, la verdad.
Me gusta el Rock&Roll. Me dio algo de pena—aquel tipo— perderse algo tan
hermoso. Insistió que a él le gustaba
Shostakovich. —Hombre no está mal. Un tipo muy burgués… —Cómo. —Burgués,
acomodado, no lo llevaba bien con el calvo del bigote de la foto.—Es verdad, pero es muy grande.—A mí me
gusta Rachmaninoff.— Oye, chaval tu eres
muy culto.— ¿Culto? Mire socio, vamos a
llevarnos bien… A mí la cultura sólo me ha traído líos. No lo ve, abuelo. Aquí
rodeado de goteros, cables y monitores. Huyo de ella, pero me gustan cosas que
me hacen sentir reo de entelequias y utopías que se acercan por esos edenes.
—Tienes madera de intelectual. —No soy un intelectual, ni Ford, tampoco Hawks y menos aún, Hitchcock.
No existen los intelectuales son como los anuncios de colonias.

—¡Coño, con el niño!… —Mire, abuelo. Sólo me gustan, las
mujeres, el boxeo, el fútbol, el cine, las Choppers y el rock, algunos tipos
del Jazz y el blues, los habanos y la literatura de gente a la que llaman rara.
—Ahh… Se me olvida, la pintura y la fotografía mucho. Tanto como el
whisky de malta. Hay dos tíos que manejaban el pincel de la hostia: Goya y
Picasso. —¿Te gustará Godard? — ¿El etnólogo suizo qué realizó cuatro obras
maestras?—Sólo cuatro. —Sólo cuatro, pero increíbles: “Al final de la
escapada”, “Pierrot, el Loco” no sé qué hostias le dijo a mi amado Fuller para aparecer por allí con el puro, “El
desprecio” (tampoco lo que le dijo a Lang). Y, “Yo te saludo María”…—Pues,
tienes gusto de intelectual—Y dale, abuelo. Yo no soy un intelectual soy un
pequeño hijo de puta con el corazón escacharrado como Wellman, Wilder, Preminger,
Hawks o Don Draper. —Sabes una cosa, chaval. — ¿Qué, abuelo?—Me gusta hablar
contigo. —Cómo te llamas…—JC. —Es muy monárquico—El que tenían de repuesto
tenía mala pinta; Saturnino.—¿Y, Ud?—Jaime— Encantado, Jaime. —Cuándo naciste,
Jaime—El 18 de julio de 1936—La hostia, has visto correr unos cuantos toros—Si,
hijo, muchos. Y quiero vivir hasta el año 2036. — ¿Por qué? — Porque se
conmemorará el sueño de la III república—No te preocupes Jaime. De aquí
salimos. —Me haces reír, JC. De repente, el colega dejó de hablar y empezó a
tener convulsiones. Su respirar se hizo sincopado y silábico. El monitor y las
bombas de los goteros comenzaron a pitar como las sirenas del Samur. Llegaron
más enfermeras (una tenía la cara de pérfida de la Stanwyck cuando era una
Lolita) y un pelotón de médicos. Iniciaron la praxis de reanimación cardiaca
(es más desagradable, en directo), que
la serie televisiva ER. La cosa no pintaba bien. Escuché a uno de los
cirujanos, comentar que le daban unas cuatro horas a lo mucho. Media hora más
tarde llamó a una de las enfermeras y le pidió
con la voz quebrada y átona un rosario.
Se reunió con todos los suyos. Las enfermeras accedieron a la
petición. Rezó tres padres nuestros seguidos. El último hálito fue contundente:
—¡patria o muerte! El resto de sus amigos lloraban amargamente. Me supo mal,
aquel tío me caía bien. Se quedaron unas cuantas conversaciones en el acta de
la sala. No pude decirle lo mucho que me gustaba ver a Dominguín torear con Ava
Gardner. Y reírnos de aquello: “Ahora me voy a contárselo a mis amigos”. En el
fondo Dominguín era otro Don Draper y eso a una pantera como Ava le ponía.
Aunque, suspirase por el poético, Mario Cabré. Es como Ralph Fiennes, una
quimera pero demasiado bueno para las femmes fatales. Siguen siendo devotas de
los hombres que fuman puros y disparan a las farolas. Qué putada. Lo que nos
hubiéramos reído el abuelo y yo, hablando de como tenía de pillado al cachas de
Lancaster. Y lo que disfrutaba viendo a
ese bello animal en “The Killers”
(1946). Es tiempo de setas y constelaciones de arácnidos con veneno. La luz se
escapa por el Cimborrio de la catedral y
el Mediterráneo se enfría como mi café con leche. Me he quedado
sin plátanos, pero todavía hace calor. No creo que me ponga el gorro. Tengo que
preparar el siguiente artículo Noir. Pero, estos nuevos alumnos son agotadores.
Dedicado a Jaime Canales 1936-2009 (D.E.P)
Fotogramas adjuntados
La primera fotografía es de un divertido Picasso en Vallauris
(Francia) con el Colt que le regaló su amigo Gary Cooper. Me quedo con tres
cosas; su fecha de nacimiento y dos frases inolvidables: “Los ordenadores son
inútiles, siempre pueden darte respuestas” y “Un artista copia, una gran
artista roba”. 25-X-1881 Málaga.
En la segunda fotografía realizada por la esposa del dueño de
esa joya de 750cc. Aquí estoy, el
auténtico JC Alonso. Sin avatares ni anónimos.
La actualidad Color by de luxe. En la puerta del Bar de Benjie
presidente del Águilas Chopper Club y designer chopper en Utiel (el pueblo del outsider Joselito y
los padres del maestro Luis G. Berlanga, el hijo predilecto de todos los
utielanos) hermosa villa, extraordinaria gente y un vino fantástico. Tiene un garito
fantástico, “Ruta 66”. No sé cómo le
irán las cosas hace un año que no lo he visto. Y ésta es la última joya que
diseñó en el verano de 2011. Me dijo: —date una vuelta. — ¿Con bermudas?—No
jodas Benjie… Sin chupa y botas no se cabalga esta preciosidad. Un año y medio
después de pasarme cuatro meses entre UCI,s
y gimnasios. Bypassman en estado puro. Salgo aquí porque como dijo
Dominguín: lo cuento a mis amigos. Fíjense en el tatuaje de 70 cms —de bisturí
digital— en la pierna izquierda. Born el 25-X-66. El año de “Revolver” The
Beatles, que es otra obra maestra y eso que soy un Rollingmaniaco.
La tercera fotografía pertenece, al
film del prodigioso W. Wellman “Night Nurse” (Enfermeras de noche) 1931.
Un thriller, en torno a una enfermera, que en sus horas libres cuida de unos
niños. Una de las primeras obras maestras de este autor, que adapta con el
guionista Oliver Garret la novela original de Grace Perkins. Verán a una
Barbara Stanwyck, junto a Jean Harlow de un sex appeal— que harán salir chispas
de sus reproductores— al lado, de un jovenzuelo Clark Gable de malo, malísimo. El operador de
cámara es Barney Mc Gill.
La cuarta fotografía pertenece a uno de los 20 mejores Noirs
de la historia del cine. “The Killers" 1946 del inmortal Robert Siodmak.
Ava Gardner (en una femme fatale, exuberante y embaucadora novia del gangster) junto a un hercúleo
Lancaster en el papel de “el sueco”. Creo que la he visto unas 14 veces y voy a
hacerme un nuevo pase muy pronto. De un relato del majestuoso E. Hemingway, el
guionista Anthony Veiller hace que nos frotemos los parpados una y otra
vez. E. O´Brien estaba loco por Ava,
Lancaster también y Siodmak se le ponían las gafas chiribitas. Nominada a 4
Oscars fue una de las derrotadas de una noche con muy buen cine. El operador
de cámara, Elwood Bredell: lo borda.
La quinta fotografía
se tomó en la plaza toros de Toledo. Luis Miguel Dominguín y Ava Gardner
mantuvieron un idilio en abril de 1953 aprovechando un paréntesis del rodaje de
Mogambo de J. Ford. Duró hasta finales de 1954. Siempre quedará la anécdota de
“Voy a contarlo a mis amigos” y un Frank Sinatra que quería pegarle un tiro y
terminó fingiendo un falso suicidio para que Gardner volviera a USA. Por eso lo
cuento y salgo en la foto.