OLIVER STONE, THE DOORS (1991) CASO CERRADO
En busca del rey lagarto, “The Doors”, 1991 2ª Parte
Instalado en ese
contexto de excesos, convulsiones y tormentos de aquellos apasionantes 60 hasta
principios de los 70. En plena trashumancia sociológica da todo su fervor a
este imprevisible director. Stone, se siente muy cómodo entre estos recovecos y
paramos que se prestan al estudio y la
polémica. La guerra sigue haciendo mella, Vietnam es un coladero diario de
sangre y los medios de comunicación arremeten contra la administración del
capitolio. Un estado de ebullición se condensa a la espera de su sublimación en
eso que yo denomino: Las fracturas del alma, la metástasis que consume el
corazón estadounidense. Es la catarsis de la confusión y en manos de uno gobierno, torpe y apopléjico;
donde todo es posible. Aquellos años
permanecen en la retina del traumatizado Stone, colgado hasta la medula
por aquel Vietnam inundado de hippismo y
lisergia. La fascinación del cineasta, que en un arrebato de cólera o
entusiasmo se marchó a hacer la guerra entre castillos en el aire al son de rock psicodélico en una calurosa
noche de verano recitando el ídolo, Jim Morrison. Le pregunto a Mr. Stone, una
vez más. ¿De verdad, no quería haber vivido como Jim? y seguro que hubiera
contestado, ¿quién no?, JM era su héroe. Una especie de hermano mayor
con el que soñó toda una generación de norteamericanos. El profeta incendiario
que deseaba tener a su lado en las
interminables cenas de mantel cuadriculado y maíz junto a su enfadado papá. En
el ejercicio de la disipación de dudas antes del abordaje final al análisis de
este film, compulsivo, excesivo y sonoramente deslúmbrate. Dijo el cineasta sobre The Doors, “Si la
película es nula da igual, las imágenes hablarán por sí mismas”. El personaje
Morrison, le persigue como nos hostigan muchos fantasmas del pasado, pero éste
es especial; un músico extraordinario, un artista, un poeta obnubilado en
barreños de Lsd, Bourbon y cocaína. Aquel que llegó a afirmar: "Este mundo
es un ansia de poder" o "planeemos un crimen, iniciemos una
religión". Y aquí usa a un grupo de rock para enfocarlo a su manera. De la
ingenuidad (todo es posible) a la amargura (choque contra la realidad). El
joven James Douglas Morrison, hijo de un almirante de navío, que migraba de
estado en estado. Se licenció en Florida (fagocitando leyendas literarias) y finalmente,
llegó a la UCLA para dejar boquiabiertos a profesores y directivos de la
escuela: un prodigio, que hacía saltar los medidores estándar de coeficiente
intelectual. Un outsider, lector de una apasionada voracidad; adicto a las
rimas como a la química de lo prohibido, lleno de memoria. Avezado de recitar
versos de Baudelaire, Lautréamont, G. de Nerval y W. Blake para jugar a los
aforismos entre textos de Kerouac y Huxley, o delirar con el
pensamiento subversivo de Nietzsche. Se licenció junto con el mismísimo F. Ford Coppola en
cinematografía.
El único, capaz de transmitir un magnetismo y una seducción
tan cercana a un encantador de serpientes hindú; el Sr. Mojo Risin. El gran rey
lagarto bello, hipnótico y nihilista: la bestia de Florida. Stone— dubitativo—
entre la seducción y la parálisis de semejante proyecto; supo que la
envergadura era de gran calado. Un riesgo comprensible, pero enfrentarse a la
leyenda desde el principio tuvo el precio de la ambigüedad, la fidelidad y el
salto al vacío. Tiro por tierra al resto de banda, pasando por encima de
algunos personajes con un peso más que específico dentro del aquel conglomerado
sociológico. Tanto fue el cántaro a la fuente, que al final va a tener razón la
disparatada Pamela Courson: “Lo haces
todo como si fuera tu última actuación. Te lo provocas tu mismo. Eres un poeta,
no una estrella de rock”. Jim Morisson se apodaba a sí mismo el Rey
lagarto, nombre tomado de su poema “The celebration of the Lizard” (la
celebración del rey lagarto), que se incluyó en la cubierta del álbum “Waiting
for the Sun” 1968. Dixit: “I am the Lizard King, I can do anything” (yo soy el
rey lagarto, no puedo hacer nada). Parte de la letra se utilizó en la canción
“Not to touch the earth” y la versión del tema “Celebration” en 1970. La acción de la película “The Doors” se desarrolla
entre 1965 y 1971, ese periodo de flirteo entre Jim Morrison como estudiante en la UCLA y el resto de
componentes de la banda, así como la aparición de Pamela Courson en su vida y muerte del
omnipresente, JM (1943-1971) en París. Interpretado con un grandísimo Val
Kilmer (posiblemente, la mejor actuación de su carrera), había gente en el set
de rodaje que veía en este actor la reencarnación del mito (un parecido
extraordinario) Morrison donde canta —in person— la gran mayoría de los temas
de la soundtrack. La original propuesta musical de The Doors se sustenta en la perfecta simbiosis de las
letras sugerentes y la estética visual que provocaba el tono desgarrado
docu-videoclipero de Stone para mostrarnos a un JM, convertido en profeta y
mártir del rock lisérgico con un poder visionario que envolvía las sugerentes
letras del iluminado Morrison. 40 años, después, podemos afirmar que “The
Doors” fueron el equivalente de los Stones británicos para esa sociedad
norteamericana necesitada de una banda que rompiera moldes y amparara la frágil
moral de una sociedad convulsa. The Doors atrajo a los jóvenes por una
exquisita combinación instrumental de la psicodelia electrónica que salía del órgano de Ray
Manzarek, la mágica guitarra de Robby Krieger repleta de melodías embriagadoras
y el aroma a jazz cool que destilaban
los timbales de John Densmore. Un lustro
de música genuina en la historia del rock&roll. Banda— irrepetible— que
cuando entraban al estudio hornearon
canciones míticas, auténticos clásicos de la historia contemporánea. El
primer Lp del grupo al que denominaron simplemente "The Doors" (1967)
rock psicodélico en estado puro, excelsamente rico en texturas y estructuras
sónicas en los legendarios temas “Break
on Through”, “Light my Fire” y “The End”. Llegó, el segundo álbum "Strange Days"
(1968), otro extraordinario ejemplo de la calidad de la banda que contenía
enormes canciones como "People are strange", "When The Music's
Over" o el tema "Love me two times". En su tercer Lp,
"Waiting for the sun" (1968) vendría incluido su segundo número 1 en
USA, "Hello I Love You" una bonita canción que recordaba bastante a
"All day and all of the night" de los Kinks (hubo su más y sus menos
con Ray Davies) es otro disco magistral, con temas magníficos como "The
Unknown Soldier"(canción que bramaba contra toda el affaire de la guerra
en Indochina, convirtiéndose en un himno antibelicista) junto a "Love
Street" o "Five To One". En 1969 completaron su cuarto álbum,
"The Soft Parade" (1969), un en el que toda la crítica comento su
falta de ahínco y la chispa de los trabajos anteriores. A pesar de ello, se
pueden destacar tres estupendas canciones "Touch Me", "Wishful
Sinful" o "The Soft Parade" con una base muy metal. El quinto LP
"Morrison Hotel" (1970), un disco empapado de R&B con grandes
temas como "Roadhouse Blues", "Waiting for the sun",
"You make me real", "The Spy" o "Queen of the
Highway", exquisito en todas su vertientes. Por último, el álbum llamémosle
la despedida: el sexto y definitivo trabajo salido del estudio de Elektra. Su
último trabajo fue "L. A. Woman" (1971), un buen disco que contenía
su clásico "Riders on the storm". The Doors produjeron este elepé
trabajando nuevas composiciones, en busca de las raíces del blues con ayuda del
ingeniero Bruce Botnick grabaron una
obra antológica en la historia de rock. Jim Morrison dixit. “Por fin estamos
haciendo un disco de blues”. Seis trabajos que se vislumbran un film donde
Stone se adentra en un subjetivismo vitalista, tras el personaje de Morrison (aquel
que explora los sentidos y los límites de la realidad).
La película da algunos escorzos del trasfondo de Vietnam
solapado por el tema “Light my fire” y en los conciertos en directo (magnífica
ejecución, aportó un vídeo en el final del artículo del making of) en New Haven
1968 y Miami con un puesta en escena mayestática, donde los acordes narrativos
y visuales del gentío estallan en orgía del apoteosis-trance viendo al personaje interpretar en el escenario. Se
atisban de rondón, la reivindicación del “Stop of the War”. Todo ello,
como digo a modo de chispazos y
episodios testimoniales, ya que el peso
del film recae en el personaje Morrison, el incorrecto e iconoclasta líder de
la banda. Y seguimos sin ver un solo plano de JM, en que su actitud o sentido
de sus actos y palabras obedezcan a convección alguna, ni siquiera en el
flirteo inicial con su novia Pamela Courson (Meg Ryan) hasta su
reencuentro en la fachada de un edificio
de Los Angeles, donde a modo de “predestinatio” recita un poema que ya se atisba,
el desprecio por los códigos de conducta del sistema y su anhelación
cultural por el consumo de todo tipo de drogas que derivaran en su enigmática
muerte. Por ello, no lo hace tan mal Stone al acércanos a las miserias del ser:
la eterna dependencia del alcohol y las sustancias psicotrópicas (exceptuando el
consumo de heroína inyectada, no está claro). El sentido autodestructivo, que
también forja al mito de las partituras musicales y poéticas de las grandiosas
“The End” o “When the music´s over”. Stone da rienda suelta a sus propias
obsesiones, el travelling constante cuasi caleidoscópico del niño Morrison,
cuando ve morir a un indio navajo en un accidente de coche por las arenosas
carreteras de New Mexico. El trauma (alter ego) del protagonista y el director.
En ese viaje de ida y vuelta a través de la danza india, dejando entrever que
el tema "The End" se inspira en aquel affaire. La síntesis del peyote
en la vuelta al eterno destierro de la pérdida del individuo y la familia en
esa purificación metafórica que deriva entre lo psicotrópico y la máxima tangencial
de su auténtica realidad, la angustia del incomprendido. Aparece en pantalla un
fundido que va del ojo del indio hasta el interior del célebre garito “Whisky à
Go-Go”. Vuelve el estado de demiurgo que caracteriza al psicodélico Morrison
como guía, mago, gurú del viaje iniciático a ninguna parte, o quién sabe si son
las puertas del grupo abiertas por el portero del poema que iluminó a Morrison
en la definición de la banda, W. Blake. Con todos estos aditivos para
desentrañar un nudo excesivamente sincopado y solapado. Stone juega una vez más
a la adulación del amado chaman, aquel que impone la patada al sistema. “No
limits, no rules”, el gentío arrecia en los conciertos su complicidad en la conversión del inconsciente y el
placer.

El realizador, bajo mi punto de vista resguarda el andamiaje
del film al alimentar el pulso narrativo; escarbando en los elementos telúricos
de la naturaleza y el mensaje mesiánico: la tierra, el fuego, el aire y el
agua. En un montaje paralelo con una precisa fotografía del ínclito Richardson
deteniéndose en secuencias que ponen evidencia la tiranía del rey Lagarto,
huraño y dependiente de los efluvios de Baco en el bosque micológico, hasta la
frustración del exceso en la memorable micción del bar y el asesinato del pavo,
el día de acción de gracias, la ceremonia de brujería que le unió a Patricia
Kennealy (editora de la revista Jazz&Pop), interpretado por Katheleen
Quinlan personaje que llegó a reivindicar el papel de Sra. Morrison. Es un
apartado elogiable que hacen en este sentido al cineasta mantenerse neutral y
no caer (relativo, proselitismo teen) en la redes del panegírico. La selección
musical da continuidad a un film que se va más allá de los 130 minutos. Se
agradece el trato final en el cementerio de Père Lachaise bajo el adagio de
Albioni y las letras del poema “Severed Garden”, precisas y directas
regurgitando a la elipsis. Todo lo contrario que la utilización del corte
“Heroin” de la Velvet Underground (muy discutible) para establecer el
paralelismo de su muerte por la sobredosis. Me remito al epilogo entre planos
nocturnos y sincopados de Los Angeles: bellas y portentosas imágenes para
despedir al poeta incendiario que se marchó con 27 años Jim Morrison. Quizás su
epitafio podría ser esta frase que tanto le gustaba: "Soy un falso héroe,
una broma que los dioses me han gastado”. No quiero entrar en más polémica
(fallos de raccord, algunas lagunas en la dirección artística), si el
director adecuado era Scorsese, si
el film podía haber sido más generoso con el protagonista o el resto de
integrantes de la banda, posiblemente. Juzgo el film. Perdón, eso sería muy
arrogante por mi parte: juzgar. He intentado aproximarme a la película. En
busca del paralelismo entre el icono Morrison y el polémico Oliver Stone.Sólo
existe un juez supremo, el tiempo. Ése, que nos va poniendo a cada uno en un
lugar. ¿Quién sabe algo más? Los muertos. Adjunto una extensa biografía para un
mayor análisis de aquellos que estén interesados.
Bibliografía consultada y recomendada:
“El enigma Jim Morrison”, Stephen Davis Ed. Ma non Troppo 2005
Oliver Stone, Jorge Fonte Ed. Catedra 2008
Oliver Stone, Michael Carlson Ed. Pocket Essential 2002
Oliver Stone, J. Miguel Payán Ed. JC 1996
“Riders on the Storm” My life whit Jim Morrison&The Doors by John
Densmore Ed.Delacorte Prees 1990